lunes, 26 de abril de 2010

Con la Iglesia hemos topado

La vinculación de la Semana Santa con la Iglesia es innegable. De hecho, se trata de la recreación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, más allá de los componentes folclóricos y etnológicos que rodean a su celebración. En la misma línea, no cabe duda de que en Sevilla no existen mayores aglutinantes de religiosidad popular que las hermandades. Por tanto, lo lógico sería que ambas fueran de la mano, algo que sucede en la mayoría de los casos, aunque, por desgracia, no en todos. No en vano, actualmente existen problemas entre varias corporaciones y órdenes religiosas o párrocos que sirven como ejemplo de que hay quienes piensan que una cosa son las cofradías y otra la Iglesia. 

Así, tendríamos de Valme de Bellavista, que quedó recogido en la actualización de anteayer (para volver a leerla, pulsa aquí) y cuyos cultos están suspendidos desde 2007. Lo mismo ocurre con los franciscanos del Convento de San Buenaventura, que se niegan a que la hermandad de La Soledad pueda sacar un segundo paso con el Cristo de la Salvación. Es más, la corporación del Viernes Santo está obligada a hacer la mudá del único que tiene la misma noche de su salida, por exigencia expresa de los rectores del templo. Algo parecido sucede también en San Jacinto, de donde tuvo que emigrar La Estrella en 1976 rumbo a su actual capilla porque los dominicos, orden propietaria del templo, son contrarios a que radiquen allí hermandades. Ahora, 34 años después, la actual junta de gobierno de la corporación del Domingo de Ramos sueña con poder regresar allí en unos años, aunque nada ha cambiado ni tiene visos de hacerlo.

Pero también existen situaciones así en relación a las corporaciones de Vísperas. De hecho, las monjas de San José de Cluny, dueñas de la iglesia Beata Ana María, impiden que el palio de la Virgen de la Purísima Concepción, de la hermandad del Divino Perdón, pueda realizar su estación de penitencia el Sábado de Pasión. En este sentido, la cofradía llegó a plantearse salir desde una carpa, aunque finalmente se desestimó la opción para facilitar las negociaciones con las religiosas, algo que, de momento, aún no ha dado frutos. Como tampoco lo ha dado la petición de la hermandad de El Juncal para que cambien al actual rector del templo, que desde su llegada a mediados del año pasado no ha parado de poner impedimentos a la celebración de los cultos.

A la vista está que en el seno de la Iglesia hay quienes parecen no tener claro que las hermandades son parte de ella. Así, no pueden pasarse por alto sus cultos religiosos y obras de caridad, como tampoco que la cantidad de personas que consiguen acercar a los templos. Por ello, es una lástima que algunos de los que deben convivir con ellas se queden sólo en la superficialidad que rodea a la Semana Santa, no queriendo profundizar en el conocimiento de las cofradías y, por tanto, de lo que realmente hacen o significan. Lo mismo ocurre ocurre que aquellos que, por ser de fuera, no conocen la idiosincracia de Sevilla y cómo funcionan aquí las cosas. En cualquier caso, no se puede negar lo innegable, la labor evangelizadora de las hermandades. Porque, ¿cabe mayor devoción en las lágrimas que una imagen arranca a alguien a su paso?, ¿o en las que lo hacen cuando se suspende una estación de penitencia? Y es que se podrá comulgar o no con las formas utilizadas por las hermandades, lo mismo que criticar lo que hacen mal, pero no se puede caer en el error de creer que la Iglesia se acaba en los conventos y los púlpitos, ya que, al menos en esta ciudad, hay mucho más.

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