lunes, 21 de junio de 2010

Pánico y estupor en San Lorenzo

Sin duda, no hay mejor definición de lo que pudo vivirse ayer en San Lorenzo, cuando un hombre, al parecer bajo los efectos de una crisis mental, atacó violentamente a la imagen del Gran Poder. Fue hacia las 21.00 horas, poco después de finalizar la misa, cuando el individuo, alto y de unos 30 años, subió las escaleras del camarín, puso el pie en la peana y se situó junto a la talla, emprendiéndola a golpes con ella. Como producto de ello, y tras un fuerte tirón, le arrancó el brazo derecho y parte de la túnica. En ese momento, dos policías de paisano que se encontraban en la basílica procedieron a reducirlo y detenerlo.

El propio hermano mayor de la corporación, Enrique Esquivias, confirmó que los daños sufridos por el Señor de Sevilla "son reparables" y que la imagen será examinada por los hermanos Cruz Solís para proceder a su posterior restauración. Del mismo modo, señaló que la Policía Nacional ha abierto una investigación al respecto, para la que también se han prestado a colaborar el Consejo de Hermandades y Cofradías, la Delegación del Gobierno en la ciudad y la de la Junta de Andalucía.

Los primeros resultados de la misma, basados en las declaraciones del propio detenido, han concluido que se trata de un ataque perpetrado por un enfermo mental en estado de crisis, ya que, no en vano, éste afirmó ser el Hijo de Dios cuando se le preguntó por la causa del ataque. En cualquier caso, las partes implicadas en las pesquisas han señalado que éstas continuarán durante los próximos días.

Con todo, el Señor del Gran Poder volvió a revivir las sensaciones de aquella Madrugá de 1919, cuando una bomba anarquista quiso acabar con Él a la salida de la Catedral. Esta vez ha sido sin armas de por medio y en su propia casa, pero, afortunadamente, sin que haya que lamentar males mayores que unos daños que pueden subsanarse con una visita a un taller de imaginería. Sin embargo, igual que entonces, se trata de un acto deleznable, condenable a pesar de que su autor parezca no estar en plenitud de sus facultades mentales y que, sobre todo, vuelve a poner en tela de juicio la seguridad de nuestros titulares, a los que sí se les blinda cuando se cierran las puertas de los templos, pero no cuando éstas permanecen abiertas.

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