sábado, 30 de abril de 2011

Detalles Semana Santa 2011 (V): Ruán negro de Triana

El Viernes de Dolores vivimos el, sin duda, mayor estreno de toda la Semana Santa de este año. Triana, por primera vez tras hace siglos, volvió a teñirse de luto y ruán negro a las plantas de un crucificado, el de Pasión y Muerte, inaugurando oficialmente los días grandes en el viejo arrabal. Curiosamente, y para que todo fuese como siempre a pesar de ser distinto, los nazarenos de La Estrella y su cruz de guía fueron los encargados de abrir un cortejo diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en la orilla más marinera de Sevilla, ajeno a la algarabia, los izquierdazos y sones de cornetería gitana.

De este modo, la corporación del Buen Aire demostró que el barrio más popular de la capital hispalense también sabe guardar silencio ante una corporación que pese a tener muy pocos años de historia destila tradición por sus cuatro costados. No en vano, ha rescatado una visión de esta fiesta diferente al otro lado del puente, pero no menos necesaria, puesto que sirve de perfecto complemento a lo que estamos acostumbrados a vivir junto a las otras seis cofradías de la zona. Seguro que más de uno pensó al verla pasar por Pureza lo bello que sería admirar el contraste que podría provocar su saludo a la Esperanza de Triana en una noche cerrada de Jueves Santo...

Pero habrá que conformarse con disfrutar de esa estampa cada Viernes de Dolores, porque Pasión y Muerte no contempla la posibilidad de cruzar el río y abandonar un barrio del que ya forma parte indivisible, al igual que ya lo hace de una Sevilla cofrade que la ha recibido con los brazos abiertos. Méritos ha hecho y sigue haciendo más que de sobra para ello ¡Si hasta ha sido capaz de convencer a Asenjo! Y es que su barrio, y con él toda la ciudad, ha descubierto a su lado una nueva dimensión de la Semana Santa que se perdió en la memoria de los tiempos y que era prácticamente inimaginable. Pero así es esta fiesta y, como ha quedado claro este año, así es también Triana.

viernes, 29 de abril de 2011

Detalles Semana Santa 2011 (IV): Benditas Vísperas

Según los puristas, la Semana Santa comienza en Sevilla el Domingo de Ramos, cuando sale la cruz de guía de la hermandad de La Paz. Sin embargo, y en honor a la verdad, había que retocar esa definición, puesto que en los barrios empieza 48 horas antes, en un Viernes de Dolores que, como el Sábado de Pasión, han ayudado a que muchos pudiésemos disfrutar de los días grandes más de lo que indicaba el uso de un programa de mano que llegó al Domingo de Resurrección casi sin haberlo estrenado.

Y es que al margen del Domingo de Ramos, tan sólo durante esas dos jornadas pudimos disfrutar en plenitud y sin mirar al cielo de pasos, túnicas y capirotes, del más puro sabor a barrio y casi del más puro sabor a cofradías, con corporaciones que en comparación con el resto se hacen gigantes en sus feligresías y capaces de ponernos los vellos de punta tanto o más que las de la nómina oficial. Así ocurrió el Padre Pío-Palmete, Pino Montano, Heliópolis, Bellavista, Triana, el Sagrario, Alcosa y Torreblanca, donde la mejor Catedral fue la formada por todos y cada uno de sus vecinos, junto a los que pudimos quitarle el precinto a una Semana Santa que cuando tenía que hacerse notar de veras, no lo hizo.

Pero las Vísperas son diferentes, ya que son capaces de traernos los días grandes incluso sin necesidad de nazarenos, como en Pío XII, San Pablo o Ciudad Jardín, donde queda claro que el futuro de esta fiesta se encuentra asegurado, puesto que no dejan de surgir corporaciones que renuevan y mantienen viva la llama que prendió en esta ciudad hace siglos y que en los últimos años ha dado lugar a la llegada de El Carmen, San Pablo y El Sol a la nómina oficial, algo que podría tener su continuidad dentro de poco con alguna que otra más.

Porque si no llega a ser por esos dos días, esta Semana Santa habría tenido sabor a despedida casi desde su inicio, puesto que sólo el Domingo de Ramos y el Miércoles Santo fueron completos; no habríamos podido paladear del todo el final de la espera más larga que hemos vivido consciente de que aún no habíamos estrenado siquiera lo que estaba por venir. Y habrá quien diga que sólo es jugar a los pasitos, que sin Carrera Oficial nada es digno de tener en cuenta. Que digan lo que quieran. Pero si ellos tuvieran razón, la Semana Santa de 2011 no habría tenido siquiera un retazo de primavera.

jueves, 28 de abril de 2011

Detalles Semana Santa 2011 (III): Mucho ruido y pocas nueces

Pues pasó la Semana Santa del estreno del Metropol Parasol (conocido popularmente como 'Las Setas de la Encarnación') y, pese a los muchos dimes y diretes que hubo durante los meses previos a los días grandes, la normalidad ha sido la nota predominante. De hecho, como ya vaticinó el Cabildo de Toma de Horas, sólo La Mortaja retocó su recorrido para no circular por allí, aunque la lluvia se encargó también de desbaratar el recorrido "íntimo y costumbrista" que había preparado la hermandad por zonas como San Martín o San Juan de la Palma, donde debería además haberse estrenado su nuevo muñidor. Mientras, el resto hizo como siempre.

Así, el mismo Domingo de Ramos, La Cena fue la encargada de inaugurar 'capiroteramente' la zona, regalando una estampa histórica que, horas después tendría como protagonistas a los titulares de San Roque, La Hiniesta y la Amargura durante la misma jornada. En este sentido, llamó la atención el transito por allí de la segunda, abanderada del clasicismo cofrade y que en ningún momento se planteó reformular su itinerario, puesto que a su juicio, parafraseando a Cano Romero en su Pregón, "¿para qué se va a mirar hacia arriba con lo que había abajo?". Lo mismo ocurrió el Miércoles Santo con El Cristo de Burgos, cuyo contraste con los 'gofres', como los definió el hermano mayor de Los Gitanos, fue tremendo aunque para nada desagradable, una situación que a muchos nos llevó a la conclusión de que el choque entre tendencias, al final, tampoco era para tanto.

A esto ayudaron también las estampas que pudimos disfrutar por allí de otras hermandades como El Beso de Judas, La Sed y La Resurrección, toda vez que las precipitaciones nos dejaron con las ganas de ver por allí a San Pablo, San Benito, La Candelaria, Los Negritos, La Exaltación, La Macarena, Los Gitanos, Los Servitas y La Trinidad, que vivirán en 2012 particular estreno. Entonces, muchos volverán a aprovechar como hicieron este año sus escaleras a modo de grada improvisada, dejando a un lado el 'corralito' que preparó el Ayuntamiento y que tan poquísimo éxito ha tenido en esta edición. De igual modo, es probable que su primera planta se convierta de nuevo en un sitio ideal para recuperar fuerzas y aprovechar para tomar el bocadillo con total tranquilidad.

Y es que, aunque 'Las Setas' no vayan acorde con el entorno  y se encuentren totalmente encajonadas, también hay que reconocer que nos han devuelto una plaza que habíamos perdido desde hace años, así como un punto más que interesante para ver cofradías que, incluso, las televisiones locales, que la han utilizado como lugar de arranque para sus retransmisiones. Por algo será. Quizás porque, a fin de cuentas, ni todo es tan malo como para no tener algo bueno, ni tan positivo como para no tener defectos. No en vano, la Semana Santa, sin la que muchos seríamos incapaces de entender la ciudad, pasa por nuestros ojos antes incluso de que nos de tiempo a darnos cuenta.

miércoles, 27 de abril de 2011

Detalles Semana Santa 2011 (II): Gafes de ayer y hoy

Nada, que no hay manera. Hay cosas en la Semana Santa de Sevilla que muchos llevamos esperando años para ver hechas realidad, pero que, por unas circunstancias o por otras, se demoran más de lo inicialmente deseado. Es lo que le ha pasado a dos de los principales estrenos previstos para este 2011, que no hemos podido disfrutar a causa de la lluvia. El más importante de ellos ha sido la normalización de las mujeres en todos los cortejos procesionales, toda vez que Asenjo decretó que La Quinta Angustia, El Silencio y El Santo Entierro incluyesen la presencia femenina entre sus nazarenos. Pero, como la felicidad completa no existe, ninguna de las tres pudo realizar estación de penitencia, con lo que será en 2012 cuando se produzca realmente esta novedad que debería haber tenido lugar hace mucho, muchísimo tiempo.

Algo parecido pasa con el acompañamiento musical de la Virgen de la Merced de Pasión, que por segundo año consecutivo ha dejado a la Oliva de Salteras sin la posibilidad de estrenarse tras su palio. Así, si en 2010 fue la cabezonería de un pequeño grupo de hermanos que impugnaron hasta en dos ocasiones la decisión aprobada por el cabildo general de la hermandad, en esta ocasión fueron los chubascos los que impidieron la salida de la cofradía y, por tanto, que disfrutásemos de algo que perdimos hace casi un siglo y que los elementos se resisten a dejar que recuperemos. En cualquier caso, habrá que esperar a que, como dice el refrán, a la tercera vaya la vencida.

Y para que no falte de nada, a estos dos gafes medianamente asentados en nuestra Semana Santa, se une uno nuevo, que bien podríamos denominar como 'La Maldición de San Buenaventura'. No en vano, la lluvia dejó sin Vía Crucis sobre un paso al Señor de la Salvación, al que después los franciscanos también vetaron en Semana Santa, deshaciendo los sueños de buena parte de los hermanos de La Soledad que, para más inri, tuvieron que quedarse en casa el Viernes Santo porque el líquido elemento hizo acto de presencia. Quien sabe, a lo mejor este malfario tenga ya fecha de caducidad, puesto que la corporación se está planteando muy seriamente abandonar Carlos Cañal y buscar una nueva sede. De hacerlo, probablemente, no sólo este, sino tampoco los otros dos anteriores, no volverán a repetirse dentro de menos de un año.

martes, 26 de abril de 2011

Detalles Semana Santa 2011 (I): Decisiones e indecisiones

Muy a nuestro pesar, la Semana Santa de 2011 se han convertido en un auténtico carrusel de cabildos extraordinarios que han convertido en protagonistas de muchas hermandades más a sus juntas de gobierno que a las propias imágenes. En este sentido, cabe destacar que la inmensa mayoría de elecciones fue la correcta, suspendiendo una estación de penitencia que la lluvia se encargó de dilapidar. No obstante, y aunque a 'toro pasado' podría resultar incluso ventajista hacer un análisis de todas, algunas arrojan importantes dudas sobre si se tomaron con la cabeza fría o, por el contrario, pesaron más otro tipo de factores como el corazón o el pasado reciente.

Sin ir más lejos, y dentro del segundo grupo, se podría incluir la primera no salida de este 2011, la de San Pablo. La decisión se tomó 'ipso facto', pocos minutos antes de cuando se debería haber puesto en marcha la corporación y a tenor de unos pronósticos que hablaban de hasta un 60 por ciento de posibilidades de chubascos. Sin duda, la archiconocida tromba sufrida el año pasado y que tantísima polémica levantó, pesó muchísimo para decantarse por la opción de quedarse en casa, aunque el desarrollo posterior del Lunes Santo se encargó de demostrar que fue errónea. De hecho, salieron las ocho cofradías restantes sin problemas, lo que demuestra que en El Polígono debieron de tener algo más de paciencia y no haberse dejado llevar por los recuerdos, que eliminaron cualquier margen de maniobra.

Al día siguiente, el Martes Santo, se produjeron dos situaciones que, a buen seguro, darán mucho que hablar durante los próximos meses. La primera, en Los Javieres, donde a Maruja Vilches, hermana mayor en funciones, le pudieron más las ganas que la realidad. No en vano, ella fue la que deshizo el empate de las votaciones para decidir qué hacía la hermandad, decantándose por ponerse en la calle para llevar a cabo "un importantísimo acto de fe". Sin embargo, la alegría inicial que provocó su 'sí', que generó una sorpresa espectacular en San Benito, que estaba decidiendo a la misma hora, se convirtió en zozobra y casi esperpento cuando se abrieron las puertas de Omnium Sanctorum y se vio que caía el agua a caños y que, por tanto, era imposible salir. Pero, ¿había tanta prisa para ponerse en marcha cuando ni San Esteban ni Los Estudiantes, las dos siguientes en el orden del día, no salir y se podía usar su tiempo? En cualquier caso, la espera, como demostraron después los acontecimientos, no habría servido de nada, salvo para dar algo de lógica a una determinación que le va a costar caro a la buena de Vilches.

Pero no fue la única decisión criticada de esa jornada. Y eso que en la otra deberíamos entonar todos el 'mea culpa', por generar un ambiente de ilusión y casi heroicidad en torno a La Bofetá, que se creyó a pies juntillas que volvíamos de nuevo a aquella tarde de 2003 en la que fue la única que hizo estación de penitencia. Tanto es así, que la junta rectora presidida por Manuel Toledo se dejó llevar por la euforia y unos pronósticos algo halagüeños para poner la cofradía en la calle. Ahí empezó su calvario. Sobre todo por su falta de reacción cuando empezó a chispear con el paso en la calle y, lejos de volver a la parroquia de San Lorenzo, indicó que se siguiese adelante mientras el agua iba arreciando. Al final, y tras poco menos de un cuarto de hora dantesco, la hazaña se cayó como un castillo de naipes y el cortejo, deshecho y mojado hasta las trancas, tuvo que regresar sobre sus pasos tras haber corrido un riesgo tan alto como innecesario, porque la historia, se quiera o no, nunca pasa dos veces por la misma puerta.

Este hecho pesó muchísimo para el resto de corporaciones del Jueves Santo, la Madrugá y el Viernes Santo, que fueron mucho más conservadoras y optaron por evitar tentar a la suerte quedándose en sus templos. No obstante, El Sol desafió a los elementos poco después del mediodía del Sábado Santo, poniendo rumbo a la Catedral con unos vaticinios de hasta el 80 por ciento de agua. Como en aquel Sábado de Pasión de 2007, la hermandad del Plantinar tiró de valentía para pasearse por las calles aunque no como en aquella ocasión sin salir de su barrio, sino con destino a una Catedral que buscó con mucho más ahinco del previsto inicialmente después de ver cómo chispeaba varias veces y el cielo se ponía su túnica de ruán negro.

Con este panorama, La Trinidad dudó y esperó media hora para iniciar una estación de penitencia que querían que fuera "lo más digna posible" y con un recorrido algo más corto, pese a que Los Servitas, con los mismos pronósticos en la mano, abortaron cualquier culto externo. Así las cosas, la lluvia volvió a hacer acto de presencia y a derramarse con violencia sobre la capital hispalense, mandando de nuevo a la basílica de María Auxiliadora al misterio del Decreto y sus tramos de nazarenos, que lloraron casi tantas lágrimas como gotas caían del cielo. Mientras, junto a la Seo, El Sol hizo lo mismo que el astro rey y buscó refugio en el templo metropolitano, donde permaneció hasta que una clarita le permitió volver a casa.

Hasta que esta llegó, Sevilla pareció estar sufriendo los efectos del Monzón, puesto que las tormentas se sucedieron sin solución de continuidad, demostrando que una cosa es que se tuviesen muchísimas ganas de Semana Santa y otra bien distinta los condicionantes que pone ante nosotros la realidad, que son los que definitivamente más pesan y debemos tener en cuenta antes que cualquier otra cosa. Sólo así se pueden evitar errores como los cometidos por estas cinco corporaciones en este año, que deben ser acogidos sabiendo que se va aprendiendo a base de la experiencia y que tan sólo se puede llegar a ser sabio sabiendo rectificar.

lunes, 25 de abril de 2011

El cielo nos debe una semana

Dicen muchos que durante la Semana Santa la ciudad se reencuentra con su propia memoria, con una amalgama de sensaciones y vivencias que forman parte de sus recuerdos y que tiene la oportunidad de volver a experimentar de nuevo. Sin embargo, esta vez, la cosa se quedó a medias, puesto que la lluvia se encargó de mostrarnos una cara desconocida de esta fiesta, que, tras más de un año de cuenta atrás, se disfrazó de espera y no siguió los cánones establecidos, pasando ante nuestros ojos de una manera tan rápida y tímida que ni siquiera hubo lugar a la nostalgia, pero sí a una desolación que ni siquiera sabíamos que podía existir.

Y eso que todo comenzó de la mejor manera posible, con un Viernes de Dolores espléndido con el sol y el calor como protagonistas. Con ellos de testigos, vimos los primeros nazarenos del año en Pino Montano, Heliópolis y Padre Pío-Palmete, el Getsemaní se instaló un año más en Bellavista, el clasicismo se hizo cofradía con La Corona, Triana estrenó esparto y ruán negro con Pasión y Muerte, disfrutamos de la consolidación del Señor de la Humillación en las Vísperas y el debut en estas fechas del Cristo de las Lágrimas de Pío XII. Todo salía a pedir de boca, como también sucedió el Sábado de Pasión entre las filas de túnicas y capirotes que se pasearon por Torreblanca y Alcosa, así como también con una Milagrosa que dejó sin San Juan en su palio a la Virgen del Rosario.

Con este panorama amaneció un radiante Domingo de Ramos que comenzó oficialmente a eso de las 13.00 horas con la salida de la cruz de guía de La Paz y que siempre estuvo con el mercurio por encima de los 30 grados. De este modo, Sevilla relucía más que el propio sol, reencontrándose con la primavera por todo lo alto, inaugurándolo como sólo sabe hacer: con un nazarenito blanco con la cruz de Santiago en su pecho y dando paso a una Borriquita que nos anunciaba que la espera, por fin, había terminado. Después, los cambios del misterio de Jesús Despojado, la nueva imagen del misterio de La Cena con candelabros, el sabor a barrio de La Hiniesta, el aroma añejo de San Roque, los reflejos trianeros de La Estrella, el Silencio Blanco de La Amargura y el teñido de negro del Señor del Amor nos regalaron un estreno de la Semana Santa ideal, con el que muchos dimos por bien empleado el tiempo que llevábamos contando los días para ver nuestro sueño hecho realidad.

Pero las cosas comenzaron a torcerse justo a la mañana siguiente, y bien temprano. Poco antes del mediodía, los hermanos de San Pablo miraron al cielo y vieron que no había ni rastro del sol y que, incluso, los pronósticos meteorológicos no descartaban que pudiese haber agua. Por este motivo, y con la tromba que les cayó el año anterior a la altura de San Benito, la junta de gobierno decidió no arriesgarse y la cofradía se quedó en casa. Era la primera baja de una lista que, por momentos, pareció estar a punto de engrosar Santa Genoveva, que pidió una demora de media hora para pensar si se ponía en marcha rumbo a la Catedral o no, algo que hizo finalmente abriendo un Lunes Santo en el que El Beso de Judas se lució como nunca por los Jardines de Murillo, en el que nos reencontramos con la solemnidad de Santa Marta y los izquierdazos de San Gonzalo, donde la Vera+Cruz volvió a teletransportarnos a otro tiempo, donde el palio de la Virgen de los Dolores de Las Penas brilló mejor que cuando era nuevo, pero en el que, sobre todo, y salvo un anecdótico chubasco, las únicas Aguas que se vieron fueron las de un Cristo que sale de la calle Dos de Mayo y las de una Virgen que que mira al cielo en el palio del Museo.

Quizás esta última supiese qué iba a pasar el Martes Santo, donde la situación iba a dar un cambio radical. No tanto en el inicio del día, que fue casi idéntico al anterior aunque con El Cerro como protagonista, sino, sobre todo, en su desarrollo. Sobre todo porque la lluvia sí hizo acto de presencia según fue avanzando el reloj, haciendo que San Esteban, Los Estudiantes y Santa Cruz suspendieran su salida sin esperar que la cosa cambiase. Sí se dieron algo de algo de margen en Omnium Sanctorum, donde Los Javieres incluso llegaron a decidir ponerse en la calle, aunque el fuerte aguacero que caía cuando abrieron las puertas de la parroquia se encargó de destrozar las ilusiones de sus hermanos. Probablemente, esto también fue decisivo para que San Benito y La Candelaria desistiesen, con lo que todas las miradas se centraron en San Lorenzo.

Allí La Bofetá tenía margen para volver a hacer la hombrada de 2003 y ser la única en llegar a la Carrera Oficial. De hecho, los pronósticos, en principio, estaban de su lado y había margen para conseguirlo. Tanto es así, que la cofradía decidió probar fortuna, aunque nada salió como esperaban. Pronto comenzó a chispear y pese a que la corporación, que ya tenía el misterio en la calle, intentó seguir adelante, el líquido elemento pudo más y le obligó a volver sobre sus propios pasos, dejando en el camino el cortejo roto y empapado. Fue el peor epílogo posible a la primera hoja del programa de mano que se quedó sin usar.

Sí que pudimos utilizar, y de qué manera, la del Miércoles Santo, en el que La Sed cambió la dinámica poniendo rumbo hacia la Catedral con un cielo tan plomizo como inofensivo. Su ejemplo fue seguido por el kilométrico reguero de nazarenos de San Bernardo, lo que despejó cualquier tipo de duda en el resto: el día estaba salvado y tocaba disfrutarlo. Así, El Carmen volvió a demostrar que sigue aprendiendo a pasos agigantados, nos sorprendimos gratamente con la nueva apariencia de la Virgen del Buen Fin de La Lanzada, de cómo los franciscanos visten túnicas y capirotes en El Buen Fin, de que el palio de la Caridad del Baratillo ha sabido pulir errores anteriores, viajamos a tiempos en los que sonaba la banda de la Guardia Civil en la ciudad con los sones de Esencia en su debut tras Las Siete Palabras, vimos que un Cristo de Burgos puede derrochar sevillanía por la zona de la Alfalfa y que la geometría en Los Panaderos no se acogen a más Regla que la que procesiona tras una candelería en aspa y que tiene el privilegio de cerrar la primera parte de la Semana Santa.

Pero, a partir de ahí, el reencuentro con el recuerdo dio paso a la peor de las pesadillas. La lluvia volvió a hacer acto de presencia y se cargó de un plumazo toda la 'Triada Sacra', empezando por un Jueves Santo cuya única referencia cofrade en las calles fue el desfile de los Armaos de la Macarena, que vieron como los flashes además de reflejarse en sus corazas lo hacían en un sinfín de charcos diseminados por el suelo. Con ello, nos quedamos por segundo año consecutivo sin ver a la Virgen de la Merced de Pasión con música y con las ganas de ver cómo resultaba la permuta entre Montesión y La Exaltación, así como el debut de las nazarenas en La Quinta Angustia. Aunque todavía, por desgracia, quedaba muchísimo más.

Los chubascos obligaron a Sevilla a convertirse en republicana y regresar al año 1933, haciendo que tuviésemos que renunciar a una Madrugá en la que no vimos nazarenos por las calles, pero sí caer agua a caños. Nunca hubo opción de que saliera alguna cofradía, por más que Triana se ilusionase con la llegada de sus bandas o porque nos encomendásemos al Señor del Gran Poder o a cualquiera de las dos Esperanzas. Todo acabó al filo de las tres de la mañana, dejándonos con una pregunta taladrándonos la mente: ¿qué hacemos ahora?

Y no encontramos la respuesta, ni durante el sueño más amargo de cuantos hemos vivido los cofrades en muchísimo tiempo, ni en la tarde del Viernes Santo, en la que de nuevo los aguaceros se encargaron de destrozar todas nuestras ilusiones. Una a una, todas las corporaciones volvieron a decir que 'no' a su estación de penitencia, mientras los paraguas campaban a sus anchas por las aceras y la radio se convertía en un compañero indispensable para unos días que pensábamos vivir de la mejor manera posible y que, desgraciadamente, se convirtieron en una lenta agonía.

Aunque el enfermo pareció mejorar el Sábado Santo, cuando, paradojas del destino, El Sol decidió desafiar a los elementos y ponerse en la calle para llegar a la Carrera Oficial por segunda vez en su historia. Poco importó que meteorología anunciase un 80 por ciento de posibilidades de que lloviese. Los nazarenos de ruan blanco del Plantinar pusieron rumbo al corazón de la ciudad llenando de ilusión a todos, incluso en María Auxiliadora, donde La Trinidad no lo veía tan claro. De hecho, contagiados por la osadía de su compañera de jornada decidieron hacer lo mismo recortando el recorrido, sabiendo que, por el contrario, Los Servitas no iban a hacer verdad eso de que "no hay dos sin tres". No obstante, una vez más, nuestro gozo en un pozo.

El cielo se derramó sobre nuestras cabezas y obligó a la cofradía salesiana a dar marcha atrás cuando el Decreto apenas había cruzado el dintel de la puerta de la iglesia, y a los de San Diego de Alcalá a refugiarse en la Catedral. De nuevo, la misma espera, la tensión de no saber qué iba a pasar. Poco a poco las cosas se fueron clarificando. Los chubascos hicieron que El Santo Entierro y La Soledad decidieran quedarse en casa y que El Sol esperase una clarita para volver al Plantinar, algo que pudo hacer alrededor de las 21.00 horas, cuando toda Sevilla, incluso los que tanto renegaron de esta hermandad hace un año, se volcó con ella para disfrutar de un ambiente que apenas ha podido paladear con normalidad.

Afortunadamente, la meteorología no impidió que La Resurrección pudiese poner el broche de oro a una Semana Santa para olvidar, pero que pareció menos mala junto al misterio que da sentido a la Fe y al ritmo que marcaban las bambalinas del palio de la Virgen de la Aurora, que, de nuevo, puso fin a todo a los sones de Amargura mientras cruzaba la ojiva de Santa Marina. Así, reactivaba de nuevo la espera, aunque no acompañándola de una nostalgia que nos suele embriagar y traicionar cuando emprendemos el camino de vuelta, sino de una desolación casi absoluta.

Porque los días grandes se van sin que 33 de las 60 hermandades de la nómina oficial hayan hecho estación de penitencia, dejando el programa de mano prácticamente sin usar, con cuatro jornadas y media en blanco. Por tanto, la lluvia, que como siempre se ha marchado sin pagar, tiene una deuda pendiente con nosotros que esperamos cobrarnos a partir del 1 de abril del próximo año, cuando todo vuelva a empezar. Y es que el cielo, ese que queremos ver pasear por nuestras calles durante nueve días cada primavera, nos debe una semana, pero no una cualquiera, sino la única que esperamos que pase de estar en el calendario a convertirse en la más bella realidad.

domingo, 24 de abril de 2011

La espera resucita

Ahora sí: se nos va la Semana Santa 2011. Y empezará a decirnos adiós bien temprano, entre filas de nazarenos blancos de capa con un escudo lasaliano en el pecho que seguirán a la última cruz de guía, que aparecerá a eso de las 4.30 horas por la ojiva de Santa Marina. Será la de La Resurrección, que Sevilla la entiende tal y como salió de la mente de Francisco Buiza, con un Señor que asciende al cielo al modo en el que lo hace el incienso ante la canastilla de su paso, y con un ángel como único testigo. Aunque eso sólo sobre la parihuela, por que abajo no le faltará público ni fieles para acompañarlo, en un recorrido que cada año es seguido por más gente, aunque el consejo no mantenga en su sitio las sillas y palcos de la Carrera Oficial.

Detrás, sin lágrimas por su rostro quizás para no querer tentar a una lluvia que sigue sin enterarse que en la ciudad no tiene cabida durante los días grandes, irá la Virgen de la Aurora, esa que en su palio azul será la encargada de despedir definitivamente esta fiesta. Lo hará poco antes de la hora del almuerzo y a los sones de Amargura, volviendo a casa y poniendo fin a la estación de penitencia de una hermandad cuya iconografía es la que da sentido a la fe sobre la que se asienta esta celebración y que, además de ello, sintentiza a la perfección lo que ocurrirá nada más que entre.

Sí, porque esta cofradía, la de La Resurrección, será también la encargada de reactivar la espera, ese estado natural de todo capillita que comenzará en cuanto se cierre de nuevo la puerta de Santa Marina y que tendrá como punto final de su recorrido una fecha de la que nos separan 343 días: el 1 de abril de 2012, Domingo de Ramos. Será entonces cuando la melancolía, esa que verá perderse en la sombra los últimos brillos de los candelabros de cola de la Virgen de la Aurora, se marche de vacaciones y nos deje disfrutar, siempre y cuando el tiempo no diga lo contrario, de una semana en la que cada año se nos va la vida. Por eso, hoy casi se podría decir que morimos un poco, en nuestra faceta de espectador activo de un espectáculo único y que sólo tiene lugar por primavera, mientras resucita nuestro peor castigo: una espera sin la que ni seríamos nosotros ni el resto del año tendría sentido.

sábado, 23 de abril de 2011

El último tramo

La Semana Santa más lluviosa que recordamos entra definitivamente en su recta final. Tanto es así, que hoy viviremos la última tarde de cofradías, esa en la que intentaremos resarcirnos de los sinsabores de una ‘Triada Sacra’ que ha resultado tan húmeda como yerma y en la que intentaremos disfrutar como nunca en previsión de que la espera vuelve a llamar con fuerza a la puerta. Y para dar más simbolismo a la jornada, la encargada de abrirla será la hermandad de El Sol, que por segunda vez llevará aires decimonónicos del Plantinar a la Catedral, entre los sones clásicos de cornetas y tambores que acompañarán al Varón de Dolores y un palio de caoba en el que queda enmarcado el diálogo de la Virgen, San Juan y la Magdalena.

También la solemnidad se hará presente junto a San Marcos, donde Los Servitas volverán a poner en las calles la piedad entre faroles de plata compuesta por el Señor de la Providencia y la Virgen de los Dolores, pero también la única Virgen de la Soledad que procesiona por Sevilla entre varales y bambalinas. Y en la Ronda, el misterio de La Trinidad se revelará de nuevo por completo en el misterio del Decreto, dando paso al estreno del nuevo barco sobre el que surcará la ciudad el Señor de las Cinco Llagas, que, como toda la corporación, seguirá los designios que marque la Virgen de la Esperanza.

Mientras, en Alfonso XII, la ‘Canina’ nos pondrá sobre aviso de que todo está consumado, que la muerte, una vez más, ha superado a la propia muerte, por más que esté presente en la urna del Señor Yacente y en un duelo en el que todos daremos el pésame a la Virgen de Villaviciosa. Porque, muy a nuestro pesar, otra Semana Santa agoniza, dejándonos en el alma ese escalofrío de Soledad que siente cada Sábado Santo San Lorenzo, haciéndonos pelear por no derramar lágrimas como esa Virgen que no tiene más compañía que la de una cruz y un sudario vacío, como vacía se queda nuestra alma hoy, por más que sepamos que a la mañana siguiente quedará el último tirón en Santa Marina.

Por eso, existe la obligación de disfrutar al máximo de este día, porque seguro que habrá un mañana, sin duda. Pero su tarde ya no estará preñada de pasos y bullas, de esperas y programas de mano. Porque, tal como vinieron se nos van los días grandes, esos que llevábamos esperando más de un año. En este sentido, no caben excusas: hay que echarse a la calle desde primera hora, porque el último tramo de esta Semana Santa ya está desfilando.

viernes, 22 de abril de 2011

Se nos va

Las sensaciones nos dan la vuelta por completo. Hoy, el "qué poquito queda" que hace poco más de una semana nos hacía esbozar una sonrisa al pensar en lo que estaba a la vuelta de la esquina, casi llega a herirnos, al darnos cuenta que sólo nos restan dos hojas del programa de mano a las que darle uso. Como dijo Caro Romero "la vida es una semana" y la de este año comienza a agonizar, como los hace un Cachorro que nunca muere, al que Triana y Sevilla le prestan sin dudarlo hasta su último suspiro para poder enjugar así no sólo sus lágrimas, sino también las de su Virgen del Patrocinio.

Como también habrá llantos, y sin salir de Triana, en La O, donde se echará de menos a un Rafael Ariza que cambió el martillo por el palco del cielo, desde donde disfrutará de un cortejo de túnicas moradas de raso de un Nazareno que estrenará el dorado de su paso y de la tez morena de una Virgen de La O que tanto nos recuerda a una Hiniesta que vimos hace apenas cinco días en la calle y que ya nos parece que salió hace siglos. Mientras, en San Buenaventura podría cerrarse una página importante de la historia para la hermandad de La Soledad, que ya no aguanta más las negativas de los franciscanos a que no salga el Señor de la Salvación y podrían volver a salir del templo en unos meses aunque sin fecha ni horario de vuelta.

Estamos ante una tarde de cruces, las de las tres del misterio de La Carretería, donde el Señor de la Salud obrará otra vez el milagro de hacer salir toda una cofradía de una capilla minúscula. Por ello, no es de extrañar que la Virgen del Mayor Dolor mire al cielo, dando gracias por poder estar un año más por las calles de la ciudad, esa que se convierte en el Gólgota en La Magdalena, con un Cristo de la Conversión que no sólo perdona los pecados al Buen Ladrón, sino a cualquiera que lo pide a sus plantas. Detrás, y con todo el clasicismo propio de esta jornada de luto, llegará una Virgen de Montserrat que, pese a su advocación catalana, es más sevillana que cualquiera, como lo demuestra que no quiera perderse ni un sólo Viernes Santo.

Y en San Isidoro, Cristo cae por tercera y última vez, ante la atenta mirada de un cirineo sin el que no seríamos capaces de entender esta escena que, las cosas que tiene la Semana Santa, se desarrolla en el más absoluto de los silencios y sin ningún derroche de cornetería. Tanto es así, que sólo el sonido de las bambalinas de palio de la Virgen de Loreto será capaz de romper el mutismo de la tarde en el centro, ese en el que únicamente la voz se hace oración en forma de saeta desde un balcón. Porque hoy, Jesús ha muerto, como nos le recuerda el imponente paso de La Mortaja, que nos hará testigos de excepción de un duelo que toda la ciudad siente que le cala hasta los huesos, porque los días grandes ya se nos van alejando, se nos van perdiendo.

Cruzando la frontera

Hay ocasiones en las que el hecho de cruzar la medianoche casi se traduce en un nuevo amanecer. Ocurre cada 31 de diciembre, cuando una vez llegada la 'hora bruja' se pasa de un año a otro, pero también hoy, cuando dejamos atrás el Jueves Santo para adentrarnos en una Madrugá que volverá a venir acompañada de esa magia de hacernos vivir el tiempo al revés, comenzando con la luna asomada al cielo y terminando con los primeros rayos de un sol que nos ha sido demasiado esquivo en los últimos días, pero que esperamos volver a encontrarnos en las próximas horas.

Pero hasta que salga, lo que brillará con luz propia por las calles de la ciudad serán las seis hermandades que darán color y olor a uno de los momentos más grandes del calendario, el mismo que vive su punto de inicio junto al Arco, entre plumas y corazas romanas que se convierten en un pedazo de cielo que acompaña al Señor de la Sentencia, haciendo a la vez de avanzadilla a lo que llegará después: la Madre de Dios a la que Sevilla llama Macarena y viste de verde Esperanza. Quizás por ello, y con la que está cayendo, muchos buscarán en Ella precisamente eso: ánimo y fuerza para seguir adelante.

Lo mismo ocurrirá en la otra orilla, en Triana, con una Esperanza morena que volverá a ser la más bella de las flores de todas las que le acompañarán en su paso de palio y que seguirá en la distancia a un Señor de las Tres Caídas que llegará al corazón de la capital hispalense con el izquierdo por delante y entre el sentimiento y la devoción hecho sones de corneta. Porque así entiende el barrio más marinero de Sevilla la Semana Santa, haciéndolo cada vez que se estrena un Viernes Santo y los dominios de la hermandad se extienden más allá del puente.

Y en San Lorenzo, dos palabras que lo encierran todo: Gran Poder. El de un Señor que todo lo puede y que asume su penitencia con la cruz al hombre con la mayor de las humildades, como también perdonó a aquel que lo agredió en aquella nefasta tarde de junio del año pasado, cuando toda la ciudad se estremeció con un susto que aún nos dura en el cuerpo y que, no en vano, aún intenta sofocar San Juan junto a la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, que todavía derrama lágrimas por ello.

Mientras, El Silencio con mayúsculas se escribirá en San Antonio Abad, junto a un Nazareno que abraza una cruz de carey al revés (o quizás sea Él el único que la lleva al derecho), acompañado por saetas de viva voz y otras que salen de un trío de capilla que volverán a sonar junto a la Virgen de la Concepción y su imponente paso inspirado en la Catedral de Venecia. Como también llama la atención la quietud de la muerte dormida que imaginó Ocampo y sintetizó en el Señor del Calvario, elevado en un trono de caoba y plata que muchos catalogan como el más fotogénico de Sevilla. Tal vez porque se pasa demasiado por alto la belleza de una Virgen de la Presentación que, probablemente, sea una de las grandes desconocidas de la Semana Santa.

Pero también será noche de bulerías y flamenco junto al Jardín del Valle, donde Los Gitanos volverán a evangelizar entre calés y payos por igual, al ritmo que marque el Señor de la Salud, que avanzará a los sones de una agrupación de la hermandad que volverá al sitio que jamás debió abandonar. Por ello, hoy se entremezclará la pena con la emoción en la cara de una Virgen de las Angustias que estará de nuevo en casa cuando todavía queden los últimos retazos de la Madrugá en La Macarena y Triana, pero cuando ya todos tengamos la sensación de que lo bueno se nos está marchando.