sábado, 14 de enero de 2012

Aquel Santo Entierro Grande

En este casi recién estrenado 2012 se conmemoran 20 años del que, para muchos, fue el primer Santo Entierro de nuestra vida. Tuvo lugar en 1.992, prácticamente tres décadas después del último que se había celebrado el anterior, en 1.965. Coincidió con el día previo a la inauguración de la Expo y con motivo del V Centenario del Descubrimiento de América. Entonces, la ciudad vio cómo el Sábado Santo se llenaba de pasos de manera extraordinaria, recordando cronológicamente la Pasión y Muerte de Jesús justo después del paso de la Canina de El Santo Entierro.

Así, fuera de su habitat natural, vimos recorrer la Carrera Oficial al misterio de la Oración en el Huerto de Montesión, el Prendimiento de Los Panaderos, el Desprecio de Herodes de La Amargura, la Columna y Azotes de Las Cigarreras, la Coronación de Espinas de El Valle, la Presentación al Pueblo de San Benito, las Tres Caídas de la Esperanza de Triana, el Señor de las Penas de San Roque, La Exaltación, el Cristo de la Expiración de El Museo, el del Amor, las Tres Necesidades de La Carretería, La Quínta Angustia y la Piedad de El Baratillo. Tras ellos, la Urna, el Duelo y La Soledad de San Lorenzo, poniendo un fin a un día que perdió su normalidad después de ver pasar a Los Servitas y La Trinidad.

Aquella jornada, todo fue diferente. La Semana Santa pareció resumirse en apenas unas horas, con una sucesión de pasos y cofradías que muchos jamás habíamos visto en vivo pero quizás sí soñado. Y con estampas irrepetibles, como ver al misterio de Los Panaderos a los sones de una agrupación musical o cómo avanzaba con elegancia el paso de Cristo de El Baratillo sin más compañía que la del más profundo y respetuoso silencio. Fue toda una clase práctica de lo que son los días grandes para los centenares de turistas que ya estaban en Sevilla esperando el inicio de la Expo, pero también para todos los cofrades hispalenses, que vivieron algo diferente gracias a las mismas cofradías de siempre.

Hubo que esperar doce años, hasta 2004 para vivir algo parecido, aunque toda una generación vivimos nuestro bautizo en estas lides la tarde-noche de aquel 17 de abril de 1.992, cuando experimentamos algo nuevo, curiosamentes apenas unas horas antes de que La Resurrección estrenase el palio de la Virgen de la Aurora, que por primera vez llegó a la Catedral. Seguro que cuando lo hizo aún resonaban por las calles los ecos de aquel momento tan importante de la historia reciente de la ciudad, de ese Sábado Santo en el que las ganas de Semana Santa no estaban marcadas por la nostalgia, sino por las bullas en el centro como si todo hubiese vuelto a empezar.

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