martes, 2 de abril de 2013

Detalles Semana Santa 2013 (I): Vergüenza

Si hay una imagen que ha marcado sobremanera la pasada Semana Santa esa fue, sin duda, la de la cruz de guía de La Lanzada esperando estoicamente el paso de Los Panaderos, que se exhibían como si no hubiese mañana, para seguir su camino de vuelta a San Martín. Una escena dantesca, vergonzosa y que no sólo ha dejado retratada a la corporación de la calle Orfila, sino también a un Consejo y un Cecop que brillaron por su dejadez e inoperancia. Es más, la relación de la última del Miércoles Santo con el delegado diocesano, Manuel Soria, que incluso presidía su paso de palio en ese momento, no hace más que agravarlo todo, haciendo que muchos nos echemos las manos a la cabeza horrorizados de saber en manos de quienes estamos.

Además, la historia no es nueva. Ya el año pasado la misma corporación protagonizó un descomunal retraso a su entrada que prácticamente nadie entendió (recuérdalo aquí). Hubo quien dijo que todo se debió a la bulla, cuando lo cierto es que no fueron pocos los que decidieron no ver al palio cansados de esperarlo. Sea como fuere, aquello se quedó en una simple anécdota, aunque los acontecimientos de esta pasada Semana Santa han venido a demostrar que aquello no fue tan casual como nos quisieron hacer creer. No en vano, la corporación decidió, una vez suspendida su estación de penitencia, darse un baño de multitudes en Campana, con todo un recital de cambios y marchas. Y, a todo esto, la Virgen de Regla, que podría haber vuelto sobre sus propios pasos, andando de frente y haciendo camino. Mientras, y aguantando un chispeo que amenazaba con pasar a mayores, La Lanzada esperaba, consciente de que, probablemente, aquella reacción tan absurda como criticable podría venir motivada por viejas rencillas a causa del lugar en la nómina del día ¿Habría ocurrido lo mismo si la que hubiese estado en Cuna hubiese sido El Buen Fin? 

El caso es que la junta de gobierno de Orfila dijo no darse cuenta de lo que ocurría, algo que nadie se ha  creído, máxime cuando hubo conversaciones, muy tensas, entre miembros de ambas cofradías y la cosa siguió igual. Pero lo más grave es que el Cecop sólo hizo una recomendación para que fuesen más rápido que, pese a ser desatendida, no tuvo ni más repeticiones ni castigo alguno. Incluso, más bochornosa fue la actuación de este Consejo de paja, con un presidente, Carlos Bourrellier, que pese a estar en el palco no exigió celeridad al cortejo, sino que, para más inri, llegó a decir que el palio fue a paso de mudá por Campana ¿Tendrá claro este hombre que significa ese concepto? ¿Para qué da unas directrices generales de cómo deben de actuar los pasos en caso de lluvia cuando se incumplen en su propia cara y no hace nada? Y lo que es más, habiendo sumado este esperpento a otros como el del Vía Crucis de la Fe (míralo aquí), ¿a qué espera para presentar su dimisión y convocar elecciones?

Porque hablar de Manuel Soria y los favores de Palacio, los mismos que han traído consigo la Coronación Canónica de la Virgen de Regla o el viaje a Madrid de la JMJ, es ahondar en una herida que sólo le duele a los cofrades y a la propia Semana Santa, esa que se dejó sentir con el abucheo a la junta de gobierno de Los Panaderos, que no a su palio, como castigo por tan dantesco espectáculo. Sevilla no se lo merecía, ni tampoco el Miércoles Santo y mucho menos una hermandad de La Lanzada que asumió, por capricho ajeno, riesgos innecesarios ¿Qué hubiese pasado si el chispeo hubiese derivado en tromba de agua? ¿Debe seguir tanto irresponsable asumiendo cargos de tantísima importancia organizativa en esta ciudad?

Probablemente, y aunque mereciese mayor castigo, todo quedará en anécdota, en una página más en la historia negra de nuestros días grandes, uno de esos momentos que hace décadas habrían desencadenado una batalla campal resolviéndose a ciriazos y que ahora, gracias a la mesura de algunos, no pasó a mayores. No obstante, para muchos esto ha marcado un antes y un después, modificando la manera de ver a una corporación, la de Los Panaderos, que sale muy tocada por el capricho de cuatro, porque han cambiado sus 'responsables', pero no un ombliguismo exacerbado cuya factura será demasiado cara, aunque aquí, entre gente con cargos que le vienen no grandes, sino gigantes, y una curia que mira a otro lado todos hagan como si no hubiese pasado nada.

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