miércoles, 3 de abril de 2013

Detalles Semana Santa 2013 (II): Y no hubo dos sin tres

La lluvia, una vez más, ha motivado que casi diez de nuestras hermandades hayan cambiado de opción a la hora de utilizar el refranero, pasando de "a la tercera va la vencida" a un "no hay dos sin tres". Porque, de nuevo, hemos visto cómo se han pulverizado registros y, muy a nuestro pesar, hemos comprobado que aquel celebérrimo récord de San Isidoro, que se quedó en casa en 2004, 2005 y 2006, era no sólo igualable, sino, incluso, superable. Si no, que se lo digan a San Esteban, que, a diferencia de la corporación del Viernes Santo, que sí pudo participar en el Santo Entierro Grande de 2004, se quedó también con las ganas en el pasado Vía Crucis de la Fe.

De igual modo, un nuevo Martes Santo de partes desalentadores y lluvias intermitentes nos volvió a dejar sin el sabor de barrio de El Cerro por tercer año consecutivo, al igual que ocurrió con el clacisismo teñido de ruán negro de Los Javieres o Santa Cruz, la algarabía de esa Calzá que se hace romana junto a San Benito o el brillo del blanco de los nazarenos de La Candelaria. Una vez más, los únicos pasos que salieron a cielo abierto, aún a riesgo de que les cayese alguna gota, fueron los de Los Estudiantes, que tuvieron que conformarse, de nuevo, con recorrer los pocos metros que separan el Rectorado de su capilla. También vamos camino de hacer olímpico al palio de la Virgen del Dulce Nombre, al que no vemos en la calle desde 2010, ya que en 2011 el misterio de su Hijo, en compañía de Anás, fue el único que desafió a las nubes, saliendo perdedor de la apuesta con una grandísima mojada.

Y, siguiendo con esa maldición que persigue también al Viernes Santo, seguiremos esperando hasta 2014 la posibilidad de reencontrarnos con la elegancia de La Carretería y ese último aliento que cruza de Triana a al corazón de la capital hispalense en los labios de El Cachorro. Todos ellos, a diferencia de San Pablo, Los Negritos, La Exaltación, Las Cigarreras, Montesión, La Quinta Angustia, El Valle y Pasión, a quienes el cielo les permitió romper su gafe, cuentan desde hace días el tiempo que les separa de una nueva Semana Santa en la que, ojalá esta vez sí, puedan reencontrarse con unas calles que añoran y que están locas por verlos de nuevo. Porque nunca la distancia entre una salida y otra nos ha parecido tan larga, aunque sobran ganas de consumirla cambiando de paso el refranero, diciendo que "no hay nube que cuatro años dure, ni Sevilla que no la resista"

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