viernes, 13 de diciembre de 2013

Otra casa en ruinas

El pasado miércoles, por la tarde, recibíamos un auténtico bombazo informativo. El Arzobispado decretaba el cierre inmediato al culto de la parroquia de San Roque debido a su pésimo estado de conservación. En este sentido, el principal problema se encuentra en la estructura portante de la cúpula del presbiterio y la cubierta, que se encuentran en un estado límite de agotamiento. Incluso, los peritos no descartan que otros elementos del templo estén aún peor, por lo que ante el más que posible riesgo de derrumbe han optado por suspender la actividad del mismo y decretar el traslado de las imágenes y enseres de las hermandades que radican allí.

Así, San Roque no esperó demasiado y esa misma noche llevó a sus titulares a su casa hermandad. Curiosamente, la celeridad con la que se actuó, quizás exagerada, levantó muchísimas suspicacias sobre cómo podía estar de mal la parroquia, aunque desde Palacio se indicó que no se habían exigido movimientos de este tipo con tanta velocidad. Igual si hubiesen esperado a las 23.00 horas, por ejemplo, no tendríamos que haber visto imágenes que nunca debimos ver, aunque también los medios debieron tener en cuenta la situación y sus implicaciones sin mostrarlo todo. Entre tanto, la Virgen de la Sierra esperaba a que le hiciesen un hueco en la capilla de Los Negritos, a la que probablemente se trasladará en estos días.

Y mientras, sobrevolaba por Sevilla una duda ¿cuánto tiempo estará cerrado San Roque? El precedente de Santa Catalina está muy presente y, según el hermano mayor de la corporación del Domingo de Ramos este año no saldrán de Carmen Benítez. De hecho, se habla de que los trabajos durarían entre un mínimo de cinco meses y un máximo de dos años, aunque todo queda pendiente de nuevos estudios que se llevarán a cabo a partir de ahora. En consecuencia, la Virgen de Gracia y Esperanza celebrará sus cultos y besamanos en el convento de San Leandro, mientras suena con fuerza San Ildefonso para darles cobijo, sin descartar otros templos como Santiago o, incluso, San Benito.

Sea como fuere, lo triste es que, una vez más, otra iglesia hispalense se ve obligada a cerrar por la dejadez de las instituciones a la hora de conservarlas. Porque, más allá de las filias y fobias de cada uno, forman parte del patrimonio de la ciudad y solo nos damos cuenta de su importancia cuando dejan de poder utilizarse. En este sentido, ojalá sea algo puntual y que no se dilate demasiado en el tiempo, porque aunque siempre atrae la estampa histórica de ver a una hermandad saliendo de otro templo, todo el mundo tiene clarísimo que como en casa no se está en ningún sitio.

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