lunes, 17 de septiembre de 2012

Veinticinco años de capirotes en El Cerro

Este 2012 que empieza a mirar ya de reojo su último trimestre no es un año más en el calendario de la hermandad de El Cerro del Águila. No en vano, la primera del Martes Santo celebra que hace veinticinco años dio su primer paso para poder ocupar ese lugar en la nómina oficial, al convertirse en hermandad de penitencia. Fue allá por 1987, cuando el barrio ya vivía por y para su Virgen de los Dolores y, como quien dice, había comenzado a tomar cariño a ese nuevo Vecino que llegó desde La Macarena, el Señor del Desamparo y Abandono.

A partir de ahí, solo tuvieron que trancurrir dos años para que la cofradía desafiara distancias y osase cometer esa bendita locura de llegar a la Catedral. Muchos dijeron que era poco menos que imposible que lo hiciesen, que, como mucho, realizarían el recorrido tres o cuatro. Ahora, casi un cuarto de siglo después de aquello, sería casi imposible imaginar la Semana Santa sin El Cerro, una hermandad que ha madurado a pasos agigantados, ejemplo de cómo se deben hacer las cosas y de que,mpese a lo que muchos piensan, la modernidad no está para nada reñida con la tradición.

Y es que pocas corporaciones se han sabido ganar el sitio tan bien como esta, que sólo corrió para ocupar el espacio que el destino le tenía reservado y que, con más de 1600 nazarenos, sigue sin perder su forma de ser, yendo poco a poco hacia la incorporación de un tercer paso, el del Señor de la Humildad, que se está planteando sin prisa, pero también sin pausa (recuérdalo aquí). Un nuevo ejemplo de que la ilusión mueve montañas y de que aquel sueño que arrancó a mediados de los cincuenta sigue creciendo, dando sentido al barrio. Ese que vive entre túnicas y capirotes desde hace veinticinco años.

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